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La marginalidad social en Chile tiene una relación estricta con la pobreza, la que ha estado incrustada en algunos sectores de la población del país. Esta exclusión social ha exteriorizado infinitas imágenes no solo individuales sino también colectivas.

 

En la actualidad lo marginal ha sido combatido desde una serie de políticas impulsadas por los distintos gobiernos de turno, sin embargo su problema estructural no obedece a las normas que ya han sido impuestas por una sociedad que aún desconoce esos territorios marginales.

Bajo estos análisis, el artista visual Gonzalo Miralles construye un dilema que posee varias aristas y que actualmente cruzan las artes de la visualidad. Su análisis de campo transita por el imaginario de los que no poseen voz, estrictamente de aquellos individuos que están fuera de foco o privados de libertad. Por lo que a partir del material simbólico que yace en las calles, el artista recoge una serie de códigos que nos permiten explorar en esas comunas y barrios que han sido cartografiados bajo el lente de la omisión cultural. La mayoría de estos sitios urbanos y rurales han sido marcados de forma similar a lo que representan los hitos geográficos. En estricto rigor, la misión de esta instalación muestra cientos de calzados de diversos tipos. Estos poseen una relación con el territorio marginal pero al mismo tiempo con la demarcación social que designa la exclusión. En este sentido, los límites sociales se definen en relación con ciertos modelos de participación y de los grados de intensidad que presentan las diversas estructuras culturales que nos separan.

Por otro lado, Miralles nos propone analizar que el fenómeno de la marginalidad constituye uno pluridimensional. Podemos discutir, a través de la imagen que exhiben esos calzados colgados sobre los cables de electricidad en las calles, acerca de las distintas dimensiones o formas de marginalidad.

 

Es claro que ningún individuo puede ejercer simultánea o sucesivamente todos los roles posibles dentro de una misma sociedad. Por lo que estas delimitaciones físicas e intangibles que nos rodean promueven una serie de matices, diferencias y heterogeneidades que están atravesadas por la globalización y los procesos de un cambio estructural siempre dinámico.

Finalmente, con todos estos marcos referenciales, es posible señalar que, si la tesis de la marginalidad se construyó bajo el contexto de un modelo económico en constante revisión, visualiza con fuerza sus obstáculos y limitaciones. Los calzados que están colgados en poblaciones vulnerables de casi todo Chile parecen tener una sorprendente capacidad discursiva para dar cuenta de los efectos de los modelos tanto de educación cívica como de política que han sobrevivido a una serie de cambios, por cierto, significativos.

Rodolfo Andaur.

The social marginality in Chile has a strict relationship with poverty, wich has been embedded in some sectors of the country’s population. This social exclusion has given rise an endless image not only individuals but also collective.

At present, the marginal has been combated by a series of policies promoted by various governments in turn, however, its structural problem does not obey the rules that have already been imposed by a society that is still unaware of these marginal territories.

Under these analyses, the visual artist Gonzalo Miralles builds a dilemma that has several edges and that currently crosses the visual arts. His field analysis goes through the imaginary of those who do not have a voice, strictly of those individuals who are out of focus or deprived of freedom. Therefore, from the symbolic material that lies in the streets, the artist collects a series of codes that allow us to explore in those communities and neighbourhoods that have been mapped under the lens of cultural omission. Most of these urban and rural places have been marked in a similar way to what the geographical landmarks represent. Strictly speaking, the mission of this art installation shows hundreds of footwear of various types. These have a relationship with the marginal territory but at the same time with the social demarcation that designates exclusion. In this sense, social boundaries are defined in relation with certain models of participation and the degrees of intensity presented by the various cultural structures that separate us.

On the other hand, Miralles proposes to analyze that the phenomenon of marginality constitutes a multidimensional one. We can discuss, through the image shown by those shoes hanging over the power cables in the streets, about the different dimensions or forms of marginality.

It is clear that no individual can exercise simultaneously or successively every possible role within the same society. Thus, these physical and intangible delimitations that surround us promote a series of nuances, differences and heterogeneities that are crossed by globalization and the processes of an always dynamic structural change.

Finally, with all these frameworks, it is possible to point out that, if the thesis of marginality was built under the context of an economic model in constant review, it strongly visualizes its obstacles and limitations. The shoes that are hanging on in almost every vulnerable places of Chile seem to have a surprising discursive capacity to account for the effects of both civic and political education models that have survived a series of certainly significant changes.

Rodolfo Andaur.

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